martes, 11 de agosto de 2009

Aquel, el que sabe, el de los años.

Me derriten sus años porque son justamente el doble de los míos.
Me fascina el tono grave de su voz, ignora que me acaricia el tímpano cuando me da instrucciones.
Amo que en conocimientos me rebase, pues podría ser mi eterno maestro.
No me importa que no tenga cabello y muero de ganas por decírselo cuando se queja de aquella escasez.
Su rostro es bellísimo.
Resulta encantador que pudiera ser mi padre.
Sus modales son finísimos.
Su risa estalla y la escuchan todos a su alrededor.
Es un hippie de closet.
Aveces me divierto pensando que le gusto. Igual y si, pero el prejuicio y la moral son más grandes.
Nunca le diría nada de esto, nunca lo sabrá, aunque igual me divierto pensando en cómo reaccionaría.

Este es nuestro secreto.
*

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