Diagnóstico:

Infectada de pasado.

Hambre

Amanece con ganas de comerse el mundo, al final del día se da cuenta de que el mundo la ha devorado...

Sueño recurrente...

De nuevo en mis sueños... Esta vez soñé dos veces. En la primera el pequeño y brillante filósofo daba consultas psiquiátricas, mi abuelita era su paciente. En la segunda, entraba de su brazo a un magnífico teatro a escuchar su tan amado requiem de Berlioz. Otra vez, me costaba reconocerme a mí misma por el impresionante vestido que obsequióme para la ocasión.

Seré

Bien y mal somos, bien y mal soy.

A esa ambivalencia pertenezco, pertenezco a ti.

Seré cielo e infierno,

placer desmesurado, punzante dolor.

Gran objetivo, mediocre estancamiento.

Tu aliada y al tiempo tu enemigo el peor.

Produciré risa y lágrimas profundas.

Seré una caricia y bofetada ardiente,

de mil orgasmos tumbaré tus dientes.

Hoy prometo que desde que viste

a los ojos grandes de esta moza tuya,

la vida en tonos grises no verás ya nunca.

Tu vida se plaga de experiencia intensa,

hasta ahora viviste con pasión, con fuerza.

Eso te prometo, del subsuelo al cielo,

que conmigo junto vivirás mil tiempos.

Tiempo pasado.

La existencia precede a la esencia. Siempre viviste adelantado a ti mismo, a tu presente. Aún en el pasado me evocabas. Por ello, por haber vivido un paso al frente, por haberte adelantado a mi, aún sin conocerme; estás condenado a que el pasado no te condene.

Hoy desperté y te di las gracias... también a Descartes, Kant y Sartre.

Encuentro

Todo lo que hubo que pasar para encontrarse... 

Más de una vez se habrán cruzado, ciegos los dos, velada la mirada, a capricho de un momento inadecuado. 

Y de pronto el hastío los condujo de la mano, a aquella noche en que finalmente pensaron que en efecto había algo más allá de lo planeado.

 ¿Será verdad entonces que existe un destino predeterminado?

Y hoy resulta.

Y hoy resulta que las obsesiones de otro son enfermedades mías.
Que lo que llevo dentro se contagia de sus malas intenciones.
Resulta que no es rosa como lo pinto, no tengo uso del color,
pues otro escoge matices que dan tono de dolor.

¿Y quién sino yo debiera decidir color y rumbo?
No es paranoia, ni orgullo, es mi empeño es otro mundo.
Si yo ya he elegido el trazo, he decidido que quiero
dejar de lado estos velos que aunque tú lo niegues nublan
mi presencia de tu encuentro.

No seas tú quien desdibuje, dando la razón al otro,
mis ilusiones y logros coloreándome de culpas.
Antes bien mira mi esfuerzo, que no se nace jamás
con habilidad de ignaro, dejando todo pasar.